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Boltanski convierte Valencia (España) en una lúgubre experiencia mística

El francés Christian Boltanski presenta desde mañana en Valencia (este de España) su nueva instalación, «Départ-Arrivée», un oscuro recorrido de su experiencia vital, comenzando por sus obras «más pesimistas» y «atravesando la vida» hasta llegar a un punto «más alejado de la muerte».
Según indicó hoy Boltanski (París, 1944) en la rueda de prensa de presentación de la exposición, «los museos son las nuevas iglesias» y así lo refleja en el transcurso de las cinco salas que ocupa la instalación en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).
La caducidad de la vida, la memoria, la ausencia y la presencia son algunos de los temas recurrentes que el autor, galardonado con el XIV Premio Internacional Julio González, busca transmitir al visitante.
Se trata de un «viaje iniciático» que se abre con «Les tombeaux», que procede del Museo Reina Sofía y propone una sala formada por siete tumbas anónimas con las que pretende conmemorar las víctimas sin reconocimiento.
La segunda parada conduce a «La travesée de la vie», una serie de cortinas que reflejan fotografías de rostros desaparecidos impresas en telas translúcidas, en lo que el artista define como «metáfora de la vida».
Para la creación de «La Reservée des Suisses Morts», Boltanski recopiló 2.580 «urnas funerarias» que se asocian de manera inmediata con la tragedia del Holocausto y que se apilan tomando la forma de un laberinto claustrofóbico.
El final del trayecto regresa a la muerte a través de la composición de cientos de imágenes de caras extraídas del periódico El Caso, en las que «cuesta distinguir quién es la víctima y quién el criminal».
En cierta manera, «Départ-Arrivée» se convierte en una «iglesia» en la que «se perciben muchas sensaciones» que permiten reflexionar sobre cuestiones existenciales para, al salir, «volver a la luz de la vida cotidiana».
Esto obedece a la creencia de Boltanski por la cual los museos son «lugares de peregrinaje» alrededor de los que se puede «construir una ciudad».
Los temas principales de la obra de Christian Boltanski, uno de los artistas plásticos vivos más importantes de Francia, son la memoria, la pérdida y la muerte, que, según él, es el «rastro que deja cualquier vida tras desaparecer».
En otras etapas, evocaba la desaparición de la infancia, el deceso de sus padres, el fin de sus propios días o la muerte colectiva.
Boltanski, que ha expuesto en el Centro Pompidou de París, en el Reina Sofía de Madrid, en el mexicano Museo Santa Rosa de Puebla o en el Guggenheim de Nueva York, se define como una persona con pocas ideas y por eso recurre habitualmente a la muerte como tema de sus instalaciones.
El director del IVAM, José Miguel García Cortés, invitó a «dejarse llevar por las sensaciones visuales y auditivas» en una muestra que, según destaca, ha sido posible gracias a la unión de varias piezas de la carrera profesional del prolífico francés, desde 1989 hasta la actualidad.
García Cortés insistió en que «hay un tránsito entre una obra y otra», al tiempo que Boltanski considera que «se crea una nueva obra del conjunto de las anteriores» aunque, sin embargo, un único sentido final se mantiene a lo largo de todo su camino.
Tal y como explicó el artista, en definitiva, todas las personas anónimas que conforman la exposición «están muertas y olvidadas, incluso aquellos que no tienen una razón objetiva para haber muerto».

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