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Ejército brasileño blindó las calles  de Río en vísperas del carnaval

Río de Janeiro amaneció este miércoles blindada por la presencia de 9.000 miembros del Ejército en las calles para reforzar la seguridad en medio de un conato de conflicto laboral con la policía y en vísperas del carnaval que atraerá a cientos de miles de turistas a la ciudad.

«La operación carioca», como ha sido bautizado el despliegue militar, se centra en puntos calientes, como la avenida Brasil (norte), la Transolímpica (oeste), Niteroi y la turística zona sur, en los barrios de Copacabana, Ipanema y Leblon.

La presencia del Ejército, que comenzó a patrullar el martes, responde a una petición del gobernador de Río, Luiz Fernando Pezao, ante la amenaza de una huelga de policía militar, en demanda del pago de los salarios atrasados y de mejoras laborales, similar a la que se produjo en el vecino Espíritu Santo, que se saldó con cerca de 150 muertos.

Aunque el estado abonó los salarios atrasados y en Río el 95 por ciento de la policía militar está en las calles, según fuentes oficiales, el Ejército se mantendrá en la ciudad inicialmente hasta el día 22.

El plazo es prorrogable «en función de cómo esté la situación» y la evaluación de las autoridades, explicó a Efe un portavoz del ministerio de Defensa.

Medios locales dan por sentado que el Ejército se mantendrá en la ciudad hasta pasado el carnaval, que comienza oficialmente el próximo día 25 pero que ya moviliza a miles de personas cada fin de semana.

Tanto el Gobierno de Michel Temer como el gobernador de Río de Janeiro intentan evitar una imagen de descontrol de la seguridad durante el carnaval en una de las ciudades ya de por si más violentas de Brasil, con una media de 14 asesinatos por día.

Pese a la insistencia de las autoridades en que la presencia del ejercito es meramente preventiva, fusileros de la Marina actuaron hoy en la zona portuaria (centro) y mataron a un presunto asaltante durante un tiroteo.

La presencia de los militares ha alterado también la estampa de las populares playas de Copacabana, Ipanema y Leblon, que suelen ser blanco de los llamados «arrastroes», como se conocen los asaltos múltiples perpetrados por grupos de jóvenes que «limpian» casi literalmente a sus víctimas de sus pertenencias.

Armados con ametralladoras, chalecos antibalas y equipos de transmisión, decenas de soldados patrullaban en la orla de Copacabana, frente al mar, para sorpresa de los viandantes.

Leonardo Juarde y Elena Chinelli, una pareja de sorprendidos turistas argentinos, se acercaron a un militar para asegurarse de que podían caminar por el paseo de Copacabana con sus hijos sin problema.

«Con tanta inseguridad uno tiene sensaciones contradictorias. Por un lado parece que están en guerra, pero luego lo piensas y estás mas tranquilo porque nadie te va a robar delante suyo», apuntaba Leonardo.

A pocos metros, Jorge Rodrigues, un jubilado vecino del barrio, se lamentaba porque «es una vergüenza tener aquí al Ejército, no se necesita, quieren meter miedo, van preparados como si fueran a la guerra y este es un país pacífico».

También para el brasileño Luiz Gonzales el operativo es una exageración y «una vergüenza». «No hay motivo para esto», asegura.

No es la primera vez que el Ejército actúa en Río de Janeiro, ya se desplegó entre 2010 y 2012, en el proceso de pacificación de las favelas, y en circunstancias puntuales, como la visita del papa en 2013, o entre agosto y septiembre pasados, con motivo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río.

Aunque el envío de tropas del Ejército a los estados para reforzar la seguridad se contempla en la ley brasileña como algo extraordinario, en lo que va de año los militares han sido desplegados cuatro veces, para ayudar a sofocar los motines en cárceles de estados del norte y frenar la ola de violencia en Espíritu Santo.

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