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La hípica, un gran legado en nuestra historia deportiva

La hípica nacional está de aniversario. Una de las actividades de ocio más populares que tuvo en antaño la sociedad panameña, oficialmente cumple cien años.

Efectivamente, el calendario hípico ubica al 15 de octubre de 1922, como la fecha en que se realiza la primera carrera en el hipódromo ‘Juan Franco’, acción que corona la iniciativa de varios empresarios enmarcados en el Panamá Jockey Club.

A partir de allí, se inició una de los movimientos más prolíficos que ubicó a nuestro país, en una posición cimera en cualquier actividad de nuestra región en materia deportiva.

No obstante, al igual que pasó con otros movimientos en el deporte nacional, la carrera de caballos no dio sus primeros pasos en la década del 20, sino que cimentó lo que se venía dando desde finales del siglo XIX.

 

Es decir, que la iniciativa de Raúl Espinosa, Francisco Arias Paredes, Ernesto De La Guardia y Nicanor De Obarrio, entre otros, de promover formalmente la hípica a través del ‘Panamá Jockey Club’, fue el corolario de lo protagonizado en el pasado por otros visionarios.

Un poco de historia

Algunos indicios precisan que la hípica nació de la mano de la misma república, y hay documentos que comprueban que fue una de las primeras actividades de ocio realizada en suelo istmeño.

Wolfred Nelson, médico y escritor canadiense, así lo destaca en su libro Cinco años en Panamá (1880-1885), al decir que “Las fiestas en el Istmo son eventos dignos de extensa descripción (…). El 28, 29 y 30 de noviembre se dedicaban a corridas de toros, carreras de caballos, bailes de máscaras y a otros deportes”.

“Las carreras de caballos se hacen a menudo en la calle principal donde han ocurrido sucesos lamentables, debido a que los animales se caen o atropellan a las personas necias, o a los niños que tratan de cruzar la vía durante las carreras”, detalló.

Más adelante, notas periodísticas destacan que para 1912 había actividad en Guabito (Bocas del Toro) y Colón, con ejemplares traídos de Kinston, Jamaica.

Primero, operaban en un pequeño hipódromo de Guabito, conocido como ‘Blair Park’, y después llevados a correr por las calles de Colón.

En los siguientes años se escribió mucho de la posibilidad de oficializar las carreras de caballos, como ocurrió en 1914 y 1916, cuando se habló de contar con un terreno cerca del “circo de toro de Cocoa Grove”, en el primer caso.

Dos años después, el Diario de Panamá aseguraba que “dentro de poco” se contaría con un “magnífico hipódromo” y con un nuevo “sistema de espectáculo”, similar al de las grandes capitales.

Un detalle a destacar es que en todas las iniciativas estuvo involucrada la figura del doctor en derecho, Belisario Porras, tres veces presidente de la República, a partir de 1912.

El ‘Juan Franco’

La posibilidad de un hipódromo, que en principio el presidente Porras no estuvo de acuerdo, se dio tras un acuerdo entre el Estado, a través de la Secretaría de Hacienda, y el empresario Raúl Espinosa.

El presidente Porras creyó que la actividad hípica afectaría los ingresos que producía la Lotería Nacional, por lo que se mostró escéptico en su promoción.

Si bien las iniciativas en esa misma dirección no prosperaron en años anteriores, cabe decir que la mayoría de ellas, tenían vista la misma área de construcción.

Al decir de Carlos Eduardo Rodríguez, quien escribió en este mismo diario sobre el primer hipódromo en Panamá, la iniciativa se vio bien encaminada en esta oportunidad, porque coincidió “con la prohibición en 1921 del alcohol y los juegos de azar en Estados Unidos”.

Según el contrato, el hipódromo tendría que estar finalizado en un plazo de ocho meses y el contratista (Sr. Espinosa) se obligaba “a construir y a mantener a sus expensas en un terreno adecuado de Las Sabanas o en cualquiera otra cercano a la ciudad de Panamá, un estadio o hipódromo”.

La instalación sería un lugar de atracción, tanto para turistas como locales, en el que se organizarían juegos atléticos, ejercicios de fuerza y destreza corporal, ferias, concursos hípicos de aviación y de tiro, carreras a pie, a caballo, en bicicletas y en automóviles.

El documento también precisaba que el empresario “tendrá derecho para fijar el precio de las localidades que hayan de ocupar los espectadores…y tendrá el derecho asimismo de adoptar y poner en vigor los reglamentos, sistemas o métodos en boga en los países civilizados”.

Para esa primera jornada se programaron siete carreras, siendo la primera de ellas una de cuatro furlones, en las que intervinieron los ejemplares ‘Cricket’ con la monta de E. de la Guardia (111 libras); ‘Skipper’, con C.E. Gordon (108) en el sillín; ‘Wild Life’ (H. Douglas- 99 lbs.) y el favorito ‘Lead Us’ (J.T. Omphroy- 95 lbs.), que al final ganó la prueba.

La primera carrera de importancia fue el handicap ‘Juan Franco’, programado para el sexto evento y que fue ganado por el ejemplar ‘Cortez,’ con la guía del jinete de apellido Bilac.

Después de veinticuatro años de operaciones privadas, la actividad pasó a manos del Estado, debido a que la nueva Constitución Nacional le dio la potestad de explotar en forma exclusiva, los juegos de suerte y azar.

Sin embargo, la actividad se mantuvo en el ‘Juan Franco’ por unos años más, hasta que en 1956 se trasladó a unas instalaciones mucho más modernas y apartada de lo que empezaba a ser, un centro importante de la actividad social y comercial de la capital.

El 7 de julio de 1956 se celebró la última reunión en el ‘Juan Franco’, y una semana después se inauguró el hipódromo ‘Presidente Remón’.

Nueva era hípica

La construcción de un nuevo coso hípico, el hipódromo Presidente Remón, durante la gestión presidencial de Ricardo M. Arias E., marcó un antes y un después en la vida de todos los actores de esta actividad.

El primer gerente del coso hípico fue don Alberto ‘Pitín’ De Obarrio, quien fuera el último gerente del hipódromo Juan Franco, contando como presidente de la Junta de Control de Juegos, Alfredo Alemán.

También destacó a grandes figuras de la fusta, como Blas ‘Tanque’ Aguirre, Manuel ‘Mañe’ Icaza y Braulio ‘El Chino’ Baeza, quienes llegaron a actuar en ambas instalaciones.

Aguirre inició su carrera en el Juan Franco en 1936 y llegó a ganar en cinco ocasiones el clásico Presidente de la República, mientras que Icaza fue el pionero latinoamericano en la hípica estadounidense, y Baeza fue el primer panameño en alcanzar triunfos en la triple corona estadounidense.

Después llegaron los Laffitt Pincay Jr., Jorge Velásquez y Jacinto Vásquez, entre otras figuras, que hicieron historia y acrecentaron la fama de la hípica panameña, en los óvalos más conocidos y renombrados de Estados Unidos, Europa y los países árabes.

En ese sentido, es importante destacar que, para ese momento, ya Panamá se hacía notar en actividades, como el boxeo y el béisbol, además de dar pasos agigantados en el baloncesto, atletismo y fútbol.

Con redacción de El Click e información de La Estrella

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